viernes, 22 de noviembre de 2013

UNA MIRADA A LA RUPTURA DE PAREJA EN LA SOCIEDAD ACTUAL


Por Vicente Garrido Genovés. Profesor Titular de la Universidad de Valencia, Doctor en Psicología y Diplomad en Criminología. Asociado de Honor de la Asociación Viktor E. Frankl.

Cualquiera diría que la mayor prosperidad, en términos generales, que ha vivido España en los últimos decenios, con el desarrollo de la cultura y la economía en el marco de Europa, hubiera tenido una correspondencia por lo que respecta al trato respetuoso en los conflictos personales.

Pero si observamos las pautas de actuación en esos mismos años de las personas que han decidido divorciarse, vemos que, lejos de imponerse el sentido común, el litigio y el desacuerdo llega casi a la mitad de los casos, por lo que cabría concluir que aprender a divorciarnos de forma “amistosa y civilizada” es todavía una asignatura pendiente para un gran número de españoles.

El hecho de que la crisis económica haya supuesto una ligera disminución en el número de divorcios en relación con los años anteriores, no habla en favor de una mayor tolerancia como una tendencia asumida de evolución positiva, sino que ilustra bien cómo determinadas influencias externas (la dificultad de que dos personas puedan sobrevivir en casas separadas, en este caso) pueden ser muy relevantes a la hora de tomar decisiones de naturaleza personal e íntima. No obstante, esa mayor capacidad de aguantar la relación puede ser beneficiosa, si permite a los cónyuges hacer un mayor esfuerzo para solucionar los problemas, antes de darse por vencidos.

Lo cierto es que ese esfuerzo por resolver los problemas o, al menos, por hacer que el divorcio no sea un proceso doloroso y conflictivo es, en realidad, una exigencia que debería asumir todo cónyuge.

Hoy en día sabemos que hay dos grandes factores que se relacionan con el bienestar del niño: el trato amoroso y adecuado que recibe el niño en cada hogar (y sobre todo en el hogar que tiene la custodia), y la relación que los padres mantienen después de la ruptura: cuantos más conflictos hayan entre ellos, más problemas de ajuste en el niño. Los efectos son diversos dependiendo de la edad y capacidad de resistencia psicológica de los hijos: en la infancia es el apego emocional lo más valioso a proteger, mientras que en los años posteriores es el aprendizaje de una buena autoestima en el marco de un estilo de crianza que aumenta su capacidad para desenvolverse en el mundo, es decir, la escuela, los compañeros, etc. Pero cada etapa tiene sus necesidades, y si bien un adolescente tiene más recursos para hacer frente a una relación conflictiva, también es cierto que en esos años los chicos precisan de un modelo a quien admirar y de unas normas que les ayuden a sentirse seguros mientras se abren a nuevos escenarios.

Conviene señalar, en este sentido, que hay veces que un padre desea a toda costa hacerlo bien, mientras que el otro, por tener una personalidad anómala o muy difícil, sólo busca sus propios intereses, y con frecuencia se esfuerza en dañar o molestar al excónyuge. En tales casos la parte benevolente debería no claudicar ante exigencias nocivas para ella o sus hijos, y hacer lo posible, con su abogado, para que el juez, ayudado por el equipo psicosocial que le aconseja, pueda poner freno a esos comportamientos. Esto, por desgracia, no siempre es fácil, porque hay comportamientos sutiles y episodios pasados que son difíciles de probar: cónyuges con rasgos de psicopatía pueden poner las cosas muy complicadas, pero debemos confiar en que al final la relación del padre o madre cabal con su hijo podrá preservarse. Lo fundamental es no caer en la provocación, disponer de un buen abogado, y negociar las mejores opciones en cada momento.

Por fortuna, la gran mayoría de los excónyuges son personas normales, si bien sujetas a la influencia negativa de las emociones. En particular, aquellos que presentan el “síndrome del corazón roto” sufren mucho, porque no querían acabar la relación, y la otra persona le abandona.

Este síndrome se caracteriza porque el que lo padece siente un profundo desgarro interior, y padece síntomas importantes de depresión, en ocasiones incluso manifestaciones propias de un estrés postraumático. Piensa que la vida ya no merece la pena sin la persona amada, y puede reaccionar con ira ante la perspectiva del divorcio, o bien abandonarse y no pelear por llegar a un acuerdo justo para sus intereses o el de sus hijos. Sin embargo, por desgracia, no podemos hacer que la otra persona nos quiera, porque eso es algo que no podemos controlar, por mucho que la amemos. Es la vida, y aceptar ese hecho es el comienzo de la recuperación.

Un ejemplo de la importancia de que los padres que se divorcian lleguen a un acuerdo razonable y amistoso lo tenemos en el aumento de la violencia de los hijos a los padres, lo que yo denomino “el síndrome del emperador” (o emperatriz). El fundamento de ese incremento es la mayor dificultad que tienen en la actualidad los padres para educar a los hijos, porque nunca habíamos tenido una sociedad tan tóxica como la actual, donde, entre otras cosas, sucede que hay una enorme cantidad de modelos violentos consumibles a cualquier hora por los chicos, su acceso al alcohol y las drogas ha ido ampliándose, la autoridad de los profesores y adultos en general ha ido disminuyendo, al tiempo que el ideal de “ser y mantenerse joven” ha permeabilizado la filosofía moral de nuestro tiempo. Todo esto ha quitado autoridad y capacidad de influencia a los padres, los cuales, además, tienen que enfrentarse a unas circunstancias laborales mucho más estresantes que las de años atrás, porque la precariedad y las exigencias para conservar el lugar de trabajo han ido en aumento. Si a esto añadimos que los divorcios y separaciones son muy numerosos, tendremos el perfil de muchas de las víctimas de este maltrato: madres, en particular separadas, ejerciendo de cabeza de familia.

En efecto, son las madres las más afectadas por la violencia de sus hijos, hasta tal punto que es otra forma de maltrato hacia la mujer. Frente a esto la sociedad no dispone de otra respuesta que el juzgado, ya que la atención infanto-juvenil en salud mental está muy poco desarrollada y los padres difícilmente obtienen lo que necesitan cuando van a este servicio. Y esto es lo que explica que ahora vayan más casos a los juzgados: el aumento es real. Sin embargo, es cierto que una vez que la atención de los medios se pone en este problema se animan a denunciar padres que antes no lo harían; es un efecto de imitación, pero que responde al hecho de que cuando la situación se ha vuelto insostenible los padres van a donde sea. Y ocurre que ahora hay muchos más padres en esa situación de los que había anteriormente. Por consiguiente, los padres divorciados deben ser conscientes de que la labor de educar no debe verse entorpecida por esa ruptura, y hacer lo posible para que los hijos crezcan con un buen desarrollo moral. Los padres con “inteligencia educacional” son capaces de amoldar las nuevas circunstancias al bienestar del niño, generando estrategias para que su seguridad emocional y su aprendizaje del mundo no se vean dañados o interrumpidos.


Un divorcio, aunque una experiencia dolorosa, no tiene por qué ser una etapa con un resultado negativo. También marca nuevos desafíos y oportunidades, y no sólo me refiero a un nuevo amor (el cual no es siempre posible), sino a nuevas perspectivas para enfrentar el tiempo que nos queda. Estancarse en las miserias de una relación rota es guardar un luto permanente que nos ancla para siempre al pasado. Hay que cambiar esta actitud, porque la vida no espera, y siempre debemos de procurar que nuestra existencia tenga un sentido.

martes, 5 de noviembre de 2013

¿ES MI HIJO DE ALTAS CAPACIDADES?

Un niño con Alta Capacidad es aquel que entre otras características, presenta un cociente intelectual superior, creatividad muy desarrollada, solución a problemas y motivación intrínseca al aprendizaje.

PISTAS PARA RECONOCERLO

·           Comienza A hablar antes de lo habitual con un vocabulario complejo, y con oraciones bien construidas.

·           Realiza preguntas inusuales.

·           Presenta un alto nivel de creatividad, imaginación y fantasía.

·           Tiene pensamientos divergentes (se les ocurren muchas cosas y soluciones para los problemas).

·           Lee y escribe antes de lo que corresponde a su edad.

·     Adquiere los conocimientos con mayor rapidez y eficacia. Posee una gran memoria.

·           Presenta una amplia gama de intereses.

·     Frente al aprendizaje es curioso ante lo que supone un reto, persistente hasta llegar al final y se aburre con las tareas simples o repetitivas.

·   En su relación con los demás, es más sensible a las necesidades y sentimientos de las personas.

·           Son independientes y autocríticos.

·       Alrededor de un 3% de la población escolar es superdotada, de los cuales el 70% tiene un bajo rendimiento académico y un 45% sufre fracaso escolar.

En los centros escolares se pueden realizar pruebas para determinar las capacidades de sus alumnos, y es muy importante que se los detecte cuanto antes ya que si no se les dirige bien, pueden sufrir falta de comprensión de los adultos y amigos que le rodean y fracaso escolar.
La escuela es uno de los ámbitos más importantes en la educación de un niño. Si este niño es superdotado o presenta unas capacidades intelectuales elevadas, se hace imprescindible que la educación escolar se adecue a las necesidades de esta persona.

La adaptación Curricular responde a estas necesidades educativas especiales. Esta estrategia educativa trata de individualizar los procesos de enseñanza y aprendizaje introduciendo modificaciones en la profundidad y la extensión de los contenidos académicos y también en la metodología de trabajo que se utiliza.


La escuela debe ser adaptativa y responder de forma individualizada a las necesidades de cada uno de sus alumnos.